España lo sabía todo: tras comer tu cerebro se apaga y la ciencia lo confirma

El cerebro, al igual que los músculos, rendimiento óptimo cuando cuenta con el descanso adecuado. Por ello, los expertos insisten en la importancia de identificar el cronotipo de cada persona —es decir, si es más activa por la mañana, tarde o noche— para programar en esas horas las tareas que requieren mayor concentración y obtener así un mejor desempeño cognitivo.

Estudios recientes han demostrado que la fatiga influye significativamente en la productividad y en la calidad de las decisiones que tomamos. Comprender cómo afecta el paso del día a nuestras capacidades mentales permite organizar mejor la jornada laboral o académica. Un ejemplo claro es el caso de Jeff Bezos, quien evita programar reuniones después de las cinco de la tarde, ya que considera que la acumulación de cansancio aumenta las probabilidades de tomar decisiones equivocadas.

El punto álgido: entre las 11:00 y las 13:00 horas

Un estudio realizado por investigadores de las universidades de Messina y Bolonia, en Italia, analizó más de 104.000 exámenes orales y descubrió un patrón claro: la probabilidad de aprobar aumentaba notablemente cuando el examen se realizaba cerca del mediodía, especialmente entre las 11:00 y las 13:00 horas. Durante este periodo, los estudiantes alcanzaban su mayor rendimiento, independientemente de la dificultad de la materia.

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En contraste, las tasas de aprobado eran más bajas tanto al comienzo de la jornada (entre las 8:00 y las 9:00) como en las primeras horas de la tarde (15:00 a 16:00), sin diferencias significativas entre ambos momentos. Lo más revelador fue que este patrón no obedecía únicamente al nivel de preparación del estudiante, sino también al estado mental de los profesores. Ambos grupos —alumnos y examinadores— mostraban signos de fatiga creciente conforme avanzaba el día, lo que afectaba negativamente el resultado final.

Efectos del cansancio en la toma de decisiones

  • Los docentes, al cansarse, se volvían más exigentes e incluso más severos en sus calificaciones.
  • El agotamiento mental acumulado reducía la tolerancia y la capacidad de análisis, tanto en quien evaluaba como en quien era evaluado.
  • Este fenómeno no se limita al ámbito educativo: jueces analizados en otro estudio mostraron un patrón similar.

En concreto, investigadores de la Universidad de Columbia y la Universidad Ben-Gurion del Negev observaron que la tasa de sentencias favorables a los acusados aumentaba hasta un 70% justo antes del descanso para comer. Sin embargo, tras la comida, ese porcentaje se reducía progresivamente hasta casi el 0%, a medida que los jueces mostraban mayor severidad. Este descenso coincide con el agotamiento cognitivo acumulado durante la mañana.

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¿Por qué cae el rendimiento después de comer?

El bajón tras el almuerzo no es solo una sensación subjetiva: tiene bases biológicas. Los ritmos circadianos, encargados de regular los ciclos de sueño, alerta y energía durante el día, influyen directamente en nuestro rendimiento. Hacia media mañana, el cuerpo alcanza su punto máximo de alerta. Tras la comida, se produce un ligero aumento en los niveles de melatonina, la hormona del sueño, lo que puede provocar somnolencia y disminución de la concentración.

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La siesta, un recurso estratégico

Una siesta corta entre 10 y 30 minutos puede marcar una gran diferencia. De acuerdo con Harvard Health Publishing, este tipo de descansos incrementan la alerta en más de un 50% y mejoran el rendimiento cognitivo hasta en un 30% frente a quienes no duermen siesta. Además, estudios con adultos de entornos mediterráneos refuerzan estos hallazgos: las siestas breves se asocian con una menor probabilidad de hipertensión (21% menos), mientras que las siestas largas, de más de 30 minutos, aumentan el riesgo cardiovascular y metabólico (41% más), así como el perímetro de cintura y los niveles de glucosa.

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En este sentido, una breve siesta después del almuerzo no solo ayuda a recuperar energía, sino que también optimiza el rendimiento mental durante la tarde, funcionando como una herramienta eficaz para contrarrestar el descenso natural de la función cognitiva. La clave está en mantenerla corta, aprovechando sus beneficios sin caer en el impacto negativo de un sueño prolongado.

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